El Juego que vuelve loco.
"Ajedrez Imposible". Sandro del Prete

El Juego que vuelve loco.

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Un tablero de sesenta y cuatro casillas que duplican las posibilidades hasta un infinito inconmensurable. Un cuadrilátero perfecto donde pueden encontrarse y enfrentarse las mentes más prodigiosas. La primicia en que se asienta es una concentración total y el desarrollo de una memoria formidable. Ante un reto tan enorme para la mente humana, puede llegar a un estado donde nada más importa, donde queda destrozado el ego, donde ya no existe razón para continuar dentro de lo razonable. Una persona que no entra en la norma, "lo normal" está por exclusión en la locura. Una condición asociada a las personas que se adentraban en la ciencia, en la filosofía, escudriñando los secretos del cosmos. 

Si tras el primer movimiento existen 400 probables jugadas y tras el segundo llega casi a las 200 mil para llegar a un tercero con más de un millón o nueve millones en tres movimientos por jugador.

Ante ese universo de posibilidades resulta fácil perder la razón. El ajedrez ha vuelto a la boca de todos, sí, porque comúnmente es tema de pocos, de círculos selectos de personas aficionados al juego. En pocos momentos en la historia ha estado en boca de todo el mundo. Quizá el punto mas álgido fue durante la guerra fría y los años de Deep Blue. 

Netflix, la plataforma de streaming ha traído una producción impresionante de la mano de los creadores  Scott Frank y Allan Scott, basada en la novela del mismo nombre del escritor estadounidense  Walter Tevis. "El Gambito De Dama". En ella vemos a la protagonista interpretada magistralmente por Anya Taylor-Joy descender sacrificando su vida para poder trascender en el ajedrez.

Retratando de manera diáfana, la era del Ritalin par el deficit atencional, que causó severos trastornos en la psique de los niños,  Beth Harmon, es una de ellos. Quién de manera inocente lleva su cerebro a los límites con la ayuda del metilfenidato. Que si bien no es mencionado, de sobra sabemos que fue el psicotrópico de aquellos años; ejecutando partidas perfectas en piezas de niebla sobre el techo.

El Metilfenidato sin duda crea nuevas conexiones neuronales, en menor grado claro que drogas como THC o el LSD. Y hay quienes podrían aprovechar esas ventajas poco éticas contra quienes se proveen mas que de un buen sueño y una estupenda concentración.

Sobre el tablero, la mente humana puede desarrollar un gran potencial que a la par resulta ser su perdición. No existe nada escrito, no es, a mayor capacidad intelectual, mejor juego, no. Existen los Grandes maestros que juegan sobre aperturas escritas y conocidas, movimientos estudiados y documentados. Existen también los maestros que pueden imaginar limitadamente algunos cuatro movimientos con cuatro probables resultados, adelantándose  dieciséis probables desenlaces inmediatos y escogiendo el que mejor se acomode a su estrategia pero salve la táctica. Movimientos perfectamente limitados y lógicos. El ajedrez no es pues, cosa del azar, sino de intuición. Existen también los maestros prodigios, cuya mente nació para calcular pero no para socializar. Tomando en cuenta semejantes cosas, cuando movemos el peón de Rey nos adentramos en las profundidades de un océano de posibilidades del que no está garantizado salir.

Mas allá del azar, de las prestidigitaciones. El tablero de las sesenta y cuatro casillas resplandece  entre negro y blanco, espacio tiempo, la dualidad del mundo y se hace mirar con respeto. A donde muchos van, pocos llegan, nadie regresa y muchos otros naufragan.