
La diosa del Ajedrez
Los jugadores y aficionados del ajedrez son afortunados, están protegidos por una diosa griega: Caissa. El mito de esta diosa fue creado en el Siglo XVIII.
El británico Sir William Jones escribió, en 1763, un poema cuyo título era el nombre de esta divinidad. El poema se dio a conocer en una de sus obras publicadas en Oxford, en 1772.
Jones describió a Caissa:
Una adorable dríada corre por los bosques de Tracia,
su rostro es encantador, su aspecto dulce,
su pasatiempo es cazar al ciervo saltador,
amenazado por Himeneo y el hijo de Ciprino,
por montañas y valles su belleza es famosa
y el nombre de la encantadora doncella es Caissa.
La historia cuenta que era efectivamente una dríada, o ninfa de los bosques, de rara belleza.
Si bien a lo largo de los siglos, Caissa no figuraba vinculada a los creadores del juego, a causa de este poema se hizo conocida como la diosa o musa del ajedrez.
El poema se basa en que Marte, el conocido dios del Olimpo romano (en la mitología griega, Ares) se había enamorado de Caissa. Pero la muchacha no le correspondió; una náyade, ninfa de las aguas de manantial, amiga de Caissa, le dice a Marte que a ella le gustan los hombres inteligentes y le sugiere que invente algo que la motive: «Intenta inventar algo, incluso un juego, que sea particularmente inteligente y haga darle la bienvenida a sus ojos».
Luego, en busca de ayuda, le aconsejó que recurriera a un buen consejero Eufron (o Eubulia), el hermano de Venus. De hecho, con la ayuda de Euphron, Apolo (Dios del deporte) crea el ajedrez para que Ares se lo ofrezca a Caissa como regalo. Marte pudo así inventar el ajedrez y logró conquistar a la ninfa.
El poema no tuvo mucho éxito en su momento, hasta que fue posteriormente reproducido por Peter Pratt en sus ‘Studies of Chess’ (Londres, 1803) e inesperadamente fue difundido por todo el mundo ajedrecístico. De hecho, en la citada revista de ajedrez ‘Le Palaméde’ aparece en su primer año de edición, 1836, si bien, curiosamente, el poema de Jones no fue traducido al francés hasta 1851 por Camille Théodore Frédéric Alliey (1799-1856).
Pero su desarrollo definitivo llegó cuando George Walker (1803-1879) mencionó en su ‘Chess and Chessplayers’ (1850) el «altar de Caissa» y los «devotos de Caissa», asegurando que la ninfa era oficialmente consagrada por todos los aficionados como musa protectora del ajedrez.
Walker, quien estuvo en Paris y jugó en el conocido café La Regencé en 1839, además propagó la organización en 1851 de una competición en Londres, que es considerada como el primer torneo internacional, lo que ayudó a difundir la idea de la diosa Caissa en jugadores, aficionados y toda la prensa de la época.
El nombre de la propia ninfa y la asonancia entre Caissa con la palabra italiana Scacchia, la alemana Schach y la inglesa Chess, ajedrez, es evidente. Hoy en día numerosos clubes y referencias en los cinco continentes existen con el nombre de Caissa y raro es el buen ajedrecista que no conozca esta deidad.
‘Caissa’, la diosa del ajedrez, obra del pintor y grabador italiano, Doménico María Fratta.
Caissa tiene su representación más conocida en el cuadro ‘Caissa’ del pintor y grabador italiano Doménico María Fratta (1696-1763), realizado en 1750 antes de popularizarse el poema.
Otra leyenda dice que Caissa era una joven diosa que hacía predicciones sobre el porvenir, viendo cómo serían los ejércitos del futuro decidió crear un juego en el que para ganar fuese necesaria la inteligencia y el valor.
En el juego participarían dos ejércitos, uno blanco y otro negro, que intentaban matarse unos a otros; y se jugaría sobre un tablero dividido en ocho casillas por lado y alternativamente de color blanco y negro. Cada ejército estaba compuesto por ocho peones, dos torres, dos caballos, dos alfiles, una reina y un rey.
Tras crear el juego Caissa resolvió esconderlo de los Dioses para que no lo viesen y se lo destruyesen. Como no sabía cuál sería un buen lugar para esconderlo decidió elegir cualquier lugar de la Tierra. Lanzó el juego y fue a caer en la India.
Cuando los indios descubrieron el juego quedaron impresionados. Intentaron jugarlo de varias maneras, pero siempre había desacuerdos entre los jugadores. Cierto día decidieron hacer algunas reglas que debían ser respetadas por todos.
Pasaron muchos años desde que Caissa había lanzado el ajedrez a la Tierra, y un día decidió recuperar su juego para mostrárselo a los otros dioses, ya que vio que no corría peligro, pero cuando supo que el juego ya era muy conocido y jugado en toda la Tierra, decidió protegerlo, convirtiéndose en su musa y dejándolo definitivamente para que lo disfruten todos.