Las miguitas en el tablero (Anécdota)
dibujo: juan Carlos partidas ©

Las miguitas en el tablero (Anécdota)

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Jaque y el Mate

El ajedrez carece de  castas, lo juega el rey y el mendigo, es lo mas justo, ya que la capacidad y reflexión hace de la conquista, o como diría Guillermo Soppe, (gana el anteúltimo en equivocarse).

Si bien toda disciplina en alto estamentos tiene una formalidad y protocolo, no quita que entre casa con amigos o solo (por lo menos en estas latitudes) en una partida de ajedrez distendida puede faltar algún trebejo suplantado por tapita de gaseosa, bollito de papel, puede faltar el tablero y dibujarlo en una hoja de papel... pero lo que no faltará será el mate, y no como la antesala de la derrota o grito de alerta, sino el Mate, (esa infusión de yerba mate vertida en una vasija de madera, cerámica o plástico, sorbida por medio de un canuto de metal llamado bombilla), este rito que no conoce horas ni acude a saciar el hambre, el Mate tiene definiciones tan diversas como argentinos hay distribuido por la tierra, para el Argentino en el extranjero es añoranza, sabor al hogar, para el que esta en el terruño es como respirar automáticamente y sin pensarlo mucho, también  hay que reconocer que dentro del país hay personas que no le gustan, pero sabe que Mate en nuestra sociedad significa, amistad, intimidad, pensar, extrañar, celebrar... entre tantas otras cosas, se podría decir que los acontecimientos son excusas para acompañar un mate y no al revés.

Eso me hace recordar una anécdota:

En una partida de ajedrez de verano en un tablero improvisado, ya que las ganas de jugar  eran mayores que los recursos,  los bandos eran  galletitas de chocolate contra galletitas de vainilla; como podrán imaginar "comer una pieza" aquí se tornaba literal, y por supuesto el mejor jugador del match seria el que se llevara el botín de haberse comido las galletitas del rival. no recuerdo quien gano (Cuando apela uno a la amnesia, es para no asumir la derrota), pero si  me quedo presente el hecho de que cada vez que pedía un "mate" para hacer pasar una de las galletitas conquistadas, mi adversario repasaba casi frenéticamente  el tablero analizando la jugada para corroborar  (y hacer memoria que representaba cada  galleta) que no hubiese una posición de "mate" en el juego.

Hoy en el contexto post pandemia, lejos de mis amigos, cada vez que me encuentro una miguita en el tablero, recuerdo ese día y el sabor de la amistad compartida entre mates y trebejos.