Jugué un match contra Miguel Najdorf
A lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de conocer, e incluso jugar, con algunas leyendas del ajedrez. Es muy probable que en el futuro os cuente otros encuentros que tuve la suerte de vivir, pero hoy os voy a hablar del día en que jugué un match contra Miguel Najdorf. Uno a veces no se da cuenta de lo histórico e irrepetible que puede ser un momento que está viviendo. En este caso, confieso que lo disfruté con la conciencia de que algo mágico estaba sucediendo.
Ocurrió hace 30 años. Entonces yo, a mis 24, jugaba como primer tablero del equipo de la desaparecida Escuela de Ajedrez La General (más tarde Escuela CajaGranada). Este fue un club con solera en la ciudad de La Alhambra, donde se iniciaron algunos fuertes jugadores como los hermanos Cuenca Jiménez o los hermanos Camacho Collados. El ajedrez granadino está en deuda con Julio Ferrer, monitor de ajedrez, hoy jubilado, que estaba a cargo del club.
Aquel día viajé con el equipo a Sevilla, donde nos enfrentábamos al Círculo de Labradores en una de las rondas de la Liga Andaluza. Su primer tablero era el GM Daniel Cámpora, un ajedrecista a quien siempre he admirado profundamente y que aquel día sería mi rival.
Nada más llegar a la sede del encuentro, la noticia pasaba de boca en boca, creando un pequeño murmullo: "¡Miguel Najdorf está aquí!". Así que íbamos a tener un espectador de lujo. Alguien comentó que "el viejo", como era conocido cariñosamente, estaba pasando unos días en casa de su buen amigo Daniel Cámpora.
No conservo mi partida de aquel día. Tal vez algún día aparezca la planilla en alguna carpeta o cajón. Sí recuerdo que en el comienzo del medio juego Cámpora me ofreció tablas en una posición en que no estaba peor. La única razón que me parece razonable para ello, teniendo en cuenta la diferencia de nivel y Elo, es que no tenía muchas ganas de jugar y, seguramente, prefería atender a su ilustre amigo.
Para mí lo mejor de la partida (aparte de ese valioso empate) fue lo que hizo Najdorf durante ella. La primera vez me quedé helado. En un momento dado, Cámpora realizó una jugada y se levantó a mirar las otras partidas del encuentro. Mientras yo pensaba cómo responder, su silla volvió a ser ocupada, pero al levantar la mirada no fue a mi oponente a quien encontré frente a mí. Allí estaba Miguel Najdorf, una de las mayores leyendas de nuestro juego, concentrado en la partida con los codos en la mesa y las manos en la cabeza, como si fuera su propia partida. ¡No me lo podía creer! Era casi como estar jugando con "el viejo", aunque eso estaba por llegar.
Volvió a suceder varias veces más durante la partida. Cámpora se levantaba de la silla y Najdorf la ocupaba, con naturalidad, actuando como si realmente fuera mi oponente. Luego mi auténtico adversario de aquel día lo sustituía. Muchos años más tarde Cámpora me comentó que Najdorf solía hacer eso. ¡Al finalizar la partida ocurrió lo mejor!
Tras firmar la planilla me levanté y vi que Najdorf se me acercaba. Me agarró del brazo y me dijo:
- "Has hecho tablas con mi amigo. ¡Ahora tendrás que enfrentarme a mí!"
Hay pocas proposiciones más irrechazables que la de una auténtica leyenda que quiere jugar contigo. A sus 85 años, Miguel Najdorf, mito de las 64 casillas y uno de los mejores jugadores del mundo durante varias décadas, me retaba a un match. "El viejo" pronto puso las condiciones de su reto:
- "Tú cinco minutos y yo uno en cada partida. Yo ganaré el match si llego a 10 victorias. Tú solo tienes que ganar una para ganar el match".
Parecían unas reglas muy ventajosas para mí. Tanto que me daba cierta ventaja aceptarlas, incluso tratándose de un rival como él. Pero no era cuestión de ponerse a discutir. Habría aceptado cualquier condición que me propusiera. Tomamos un reloj y nos fuimos a un amplio salón contiguo. Nos acompañaron algunos espectadores, entre ellos Danielito, el hijo del GM Cámpora, que se ve en el centro de la foto que encabeza este artículo. Los jugadores de los equipos se iban sumando al espectáculo conforme iban terminando. En la imagen también se ve a mi amigo y compañero de equipo Enrique Borrego. La foto, por cierto, la tomó Teresa, esposa de Daniel.
Najdorf seguía siendo durísimo en aquella época, aunque lógicamente no tan fuerte ni rápido como había sido. Cuando ganaba una partida, sumaba un punto a su marcador. Cuando yo alcanzaba una buena posición o, directamente, cuando él quedaba perdido me decía:
- "Acepto tablas".
Y situaba las piezas en su posición inicial mientras todos reíamos. Por supuesto, el match lo ganó don Miguel y yo gané el hermoso regalo de un día inolvidable.

