Y un día, el ajedrez pudo más que la guerra.
Es bien sabido que un genio del ajedrez como Alexander Alekhine jugó innumerable cantidad de torneos a lo largo de su vida, desplegando en el tablero infinidad de ingeniosos desempeños que lo posicionaron en lo más alto del mundo. Pero, aún así, es particularmente curiosa una de sus etapas en competiciones, ya que éstas no se llevaron a cabo en una época donde reinase la armonía: estoy hablando de los años '40, una década donde Europa estaba sumida en uno de los conflictos más destructivos de la historia de la humanidad.
Aleksandr Aleksándrovich Alejin posando junto a su tablero de ajedrez. | Foto: Wikipedia.
Muchos ajedrecistas debido a las circunstancias decidieron exiliarse, y otros, se encontraron fuera de su país cuando el conflicto estalló. El caso más popular sin dudas es el del polaco Mojsze Najdorf, mejor conocido como Miguel Najdorf (el cual además de no volver a su país, decidió nacionalizarse y vivir definitivamente en la Argentina). La Olimpíada de Ajedrez en Buenos Aires convocó a decenas de notables ajedrecistas a tierras sudamericanas en 1939, entre los que se hallaban dos leyendas vivientes como José Raúl Capablanca y nuestro protagonista, Alekhine. El desempeño general puso a los alemanes como claros vencedores con 36 puntos (que además poseían jugadores austríacos por la ocupación de dicho país), aunque a nivel individual el podio lo ocupaban primero el cubano Capablanca, segundo el francés (nacionalizado en 1927) Alekhine y tercero el letón Petrovs. Nadie sabe a ciencia cierta qué fue lo que motivó la vuelta de Aleksander a Europa, pero fue de los contados ajedrecistas en retornar al Viejo Continente.
Última partida de Alekhine en Buenos Aires contra el polaco Moshe Czerniak en la cual utilizaría una interesante apertura inglesa.
Luego de su regreso a Francia en 1940, sorprendería a todos sus allegados con una decisión completamente radical: se enlistaría en el ejército. Ingresando como oficial de sanidad, Alekhine sirvió pocos meses ya que la derrota francesa frente Alemania fue rápida y contundente. Después de la Batalla de Francia (10 de mayo - 25 de junio de 1940), huyó al sur y de allí intentó emigrar a los Estados Unidos en busca de una vida mejor junto con su esposa Grise Wishaar, multimillonaria de origen judío, ya que ahora sus vidas peligraban. La suerte a veces es esquiva y extraña, ya que ésta les depararía otro escenario: en su desesperado intento de huida, fueron capturados por el ejército alemán. Ese sería un punto de inflexión para el futuro de Alekhine, el cual en estas instancias, ya se daba por muerto.
Aleksander Alekhine (derecha) vs. Efim Bogoljubov (izquierda). En el medio y observando, Emanuel Lasker. | Foto: Wikipedia.
Aquí es donde aparece el ajedrez en su máxima expresión. En donde realmente se muestra su influencia, su pasión y respeto. Lejos de ser encarcelado, asesinado o quién sabe qué, Alemania reconoció a Alekhine como una figura excepcional del ajedrez, como un verdadero campeón del mundo. No solamente decidieron respetar los bienes y propiedades de su esposa, sino también la oferta de una gira de competiciones a lo largo y ancho del territorio alemán y territorios ocupados. Es increíble como, a pesar de su origen ruso, Alekhine era respetado y admirado por individuos con concepciones del mundo completamente diferentes. A pesar de aquello, no todo fue color de rosas durante esos cinco años, ya que Alexander fue víctima de la utilización de su apellido para uso propagandístico, lo que desprestigió un poco su imagen después de la guerra.
Un joven Aleksander Alekhine en 1909. | Foto: Wikipedia.
Jugando el torneo de Salzburgo (Austria) durante 1942, Alekhine se toparía con una gran promesa del ajedrez: el alemán Klaus Junge. Campeón sin objeción un año antes en Hamburgo, en el año que corría Junge había conseguido no solo sorprender a toda Alemania, sino también al mismísimo Alexander. El joven de 18 años pudo enfrentarse varias veces a Alekhine, venciendolo en una incluso. Con un juego algo adelantado a la época, Junge pudo haber sido un digno sucesor de Alekhine, pero su destino no corrió la misma suerte que la del campeón del mundo: obligado a tomar las armas, a Junge no se le permitió volver a participar de ningún torneo muriendo finalmente en 1945 durante la batalla de Hamburgo. A veces la historia es injusta y sumerge a grandes genios en el más profundo de los olvidos