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En la vida real y acá también

En la vida real y acá también

pancho2015
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Muchos piensan que se deben dejar pasar las injusticias, especialmente cuando apenas si son pequeñas y “sin importancia”. Nos sometemos inconscientemente, todos nosotros, a las pequeñas injusticias diarias, al basureo, pero como nuestras vidas siguen no nos importa, nos adaptamos y las dejamos ser, las dejamos suceder. Claro que de vez en cuando algunos se cansan porque la injusticia se vuelve muy grande y entonces estallan las revueltas sociales y el statu quo tiembla y se ve forzado a reaccionar.

La historia vivida por TA no es muy distinta. Sí, algunos dirán que exagero, que es sólo un juego, que es internet, que no hay que darle importancia, que todos tenemos otras prioridades en la “vida real”. Como si la vida real sólo fuera ser productivo (y reproductivo) y lo demás no importa, ser feliz no importa, porque no genera dinero.

Cuando un pequeño, diminuto, miserable hdp (me gustaría decirlo con todas las letras, pero me veo forzado a usar un acrónimo) logra de alguna manera acumular un pequeño gran poder (pequeño por el diminuto mundo en el que tiene alcance, grande por el efecto que tiene sobre ese mundo) las consecuencias son las previsibles, las que devienen de la miseria humana que llevamos todos dentro y que manifestamos en mayor o menor medida, siendo la buena gente los que lo hacemos menos frecuentemente (o eso intentamos).

Entonces cuando sucede esto de que este pequeño hdp viene a escupirnos en la cara, a reírse de nosotros, que nos “deslomamos” (acá iba otra cosa, pero nuevamente las normas del sitio, que yo acepté, no me permiten hablar con propiedad) durante tres años para llegar a lograr lo que logramos, y lo hace con una pequeña gran injusticia (nuevamente, pequeña por el alcance, grande por el efecto), entonces, digo, tenemos por una de esas pocas veces, por rara excepción, la posibilidad de esquivar el escupitajo. Podemos decirle al gusano miserable que con nosotros no. Que no nos arrodillaremos y acataremos. Que acá podemos elegir y que se puede meter su corona bien en ese lugar en dónde no da el sol (nuevamente, no puedo hablar con propiedad).

Dudamos. Costó. Todos queríamos otra cosa y sólo algunos cargaremos con el peso de la decisión mientras otros nos cuestionen diciendo que habrían actuado de otra forma si hubieran estado en la misma situación, situación en la que jamás estarán porque no tienen ni el coraje ni la capacidad para hacerlo. 

Porque son ignorantes y no han vivido lo que nosotros vivimos, porque son incapaces de medir el tamaño de la injusticia, porque no tienen idea de la magnitud de lo logrado de forma legítima, ejemplar, hasta gloriosa me atrevo a decir; y no dimensionan tampoco la porquería (acá iba otra palabra) que hay detrás de semejante maniobra fraudulenta perpetrada con el único fin de restablecer el sistema, de volver a las condiciones cómodas, normales, estándar. 

Porque es un gusano miserable el pequeño hdp que aprovecha ese poder conferido por la ruleta, pero más gusano es el que agacha la cabeza y se somete a su voluntad. 

Las cosas no volverán a ser como eran, llegó el final de una experiencia maravillosa para los que la llevaron adelante, para los que la vivimos. No se puede luchar contra el sistema, no se puede luchar contra la hijaputés, porque la fuerza de un sólo hdp es mayor que la de miles de buenas personas y por eso tenemos el mundo que tenemos. Sí, ya sé, estoy exagerando, es sólo un juego y en la vida real esto no pasa. Amén.