¿Es pecado jugar ajedrez?

¿Es pecado jugar ajedrez?

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El ajedrez bajo la sombra de la teología en Afganistán

¿Puede el ajedrez ser pecado? Puede parecer una pregunta absurda, pero ha dejado de ser solo una cuestión religiosa para convertirse en política de Estado.

En Afganistán, los talibanes han vuelto a prohibirlo por considerarlo contrario a la ley islámica. Este artículo explora las raíces teológicas de la decisión, el contexto histórico y lo que realmente está en juego cuando se veta un deporte que enseña a pensar.

Por AF José Daniel Dávila


Cuando el tablero desaparece

Afganistán ha vuelto a prohibir el ajedrez. El anuncio, hecho por el portavoz del Comité Olímpico Nacional, Atal Mashwani, ha confirmado que la práctica del juego ha sido suspendida indefinidamente por “motivos religiosos”.

Esta decisión, tomada por el gobierno talibán, afecta tanto a las competiciones oficiales como a los encuentros informales que aún sobrevivían en cafés y escuelas. El argumento oficial: el ajedrez puede fomentar las apuestas las cuales están prohibidas por la ley islámica (sharía).

No es la primera vez que el ajedrez desaparece del mapa afgano. Durante el primer régimen talibán (1996–2001), el juego fue vetado por completo. Su resurgimiento, aunque todavía prohibido para las mujeres, tras la caída del régimen en 2001, permitió una tibia recuperación.

De hecho, el equipo nacional participó en la Olimpiada de Chennai en 2022. Pero la participación del equipo afgano en la última olimpiada en Budapest, el año pasado, era un presagio de lo que pasaría en 2025.

El equipo estuvo compuesto en su mayoría por jugadores exiliados, y fue completado con algunos residentes de Afganistán que lograron viajar a pesar de las prohibiciones.

Por lo tanto, la apertura al deporte ciencia resultó efímera. Hoy, como en una secuencia forzada que lleva al jaque mate, el ajedrez vuelve a ser considerado inapropiado.


El tablero frente a la sharía

La interpretación talibán del islam se basa en una lectura extremadamente estricta de la ley religiosa. Según Atal Mashwani, el ajedrez “se considera una forma de apuestas”, y por tanto entra en conflicto directo con los principios de la sharía (sistema legal islámico, que guía la vida de los musulmanes, en diferentes aspectos, desde la religión hasta la vida cotidiana).

Esta perspectiva no es nueva. Ya en los primeros siglos del islam, hubo intensos debates entre teólogos sobre la licitud del ajedrez.

Algunos juristas han argumentado que el ajedrez distrae de los deberes religiosos —como la oración— y que puede fomentar actitudes pecaminosas como el orgullo, la mentira o la rivalidad excesiva.

El hadiz (relato tradicional de los dichos y actos de Mahoma) más citado por quienes se oponen al juego proviene de Ali ibn Abi Talib, primo y yerno del profeta: “¿Qué es este juego de ídolos a los que os dedicáis?”, en referencia al aspecto figurativo de las piezas de ajedrez.

Aunque no es un texto canónico para todos los musulmanes, ha sido usado como base para prohibiciones locales.

Sin embargo, hay cierta inconsistencia en el accionar del gobierno de Kabul, pues en la Internet sus ciudadanos mueven bastante dinero apostando al futbol.

Además, algunas escuelas de pensamiento islámico han relacionado el ajedrez con la práctica de qimar (juego de azar prohibido), especialmente cuando hay apuestas de por medio, aunque no es el caso general en la mayoría de partidas contemporáneas.

Sin embargo, esta no es una visión unánime en el mundo islámico. Muchos países de mayoría musulmana —como Irán, Indonesia, Turquía o Egipto— no solo permiten el ajedrez, sino que promueven su práctica.

Ciertamente, el ajedrez que se practicaba en los primeros siglos de la Edad Media —la creencia es que el Corán fue revelado al profeta Mahoma en el siglo VII— implicaba con frecuencia el juego con dados y apuestas de dinero, lo que se considera pernicioso en el libro sagrado de los musulmanes, donde se recomienda que sus guerreros practiquen tres actividades de ocio cuando no estén en el campo de batalla: tirar con arco, montar a caballo y gozar con sus mujeres. 

- Leontxo García, Diario El País

La propia Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) ha desarrollado programas escolares en regiones musulmanas, destacando su valor como herramienta pedagógica.

El expresidente de la FIDE, Kirsan Ilyumzhinov, declaró recientemente que ha enviado una apelación a los líderes talibanes para reconsiderar su decisión, recordando su trabajo en países islámicos promoviendo el ajedrez como puente cultural hacia el resto del mundo.


Fe, juego y libertad

La decisión de prohibir el ajedrez va más allá de una simple cuestión religiosa. Simboliza una visión de sociedad que restringe profundamente el espacio para el pensamiento crítico, el esparcimiento y la libre expresión, felizmente no es una visión unánime.

Los deportes que no atenten contra la salud, la dignidad o los deberes religiosos no solo son permisibles, sino que algunos incluso se consideran Sunnah.

- Mohammad Saleh Islampur

El ajedrez, lejos de promover el vicio, ha sido valorado en múltiples culturas —incluidas algunas islámicas— como una herramienta para desarrollar la paciencia, el análisis y la disciplina. Que se le prohíba bajo la premisa de proteger la moral solo pone en evidencia el estrecho margen de interpretación que ejercen los talibanes sobre su fe.

Mientras tanto, en Kabul, el propietario de un café donde se organizaban partidas informales lamenta que los jóvenes ya no puedan jugar: “Venían todos los días. No apostaban nada. Solo querían entretenerse”, dijo a la AFP.

Su testimonio revela que lo que está en juego no es solo un deporte, sino una forma de resistencia cultural frente al silenciamiento.


Una cultura bajo presión

La historia del ajedrez en Afganistán es también la historia de sus contradicciones. En 1987, durante el gobierno socialista, (con el apoyo de la Unión Soviética) de Mohammad Najibulá,  el ajedrez fue incluso promovido como asignatura en todas las escuelas del país.

Hoy, en cambio, forma parte de una lista creciente de actividades prohibidas: música, cine, televisión, artes marciales, deportes femeninos.

Desde su regreso al poder en 2021, el régimen talibán ha reinstaurado muchas de las políticas represivas del pasado: las niñas tienen prohibido asistir a la secundaria, las mujeres han sido excluidas de casi todos los espacios públicos y la cultura ha sido sometida a un riguroso control moral.

En este contexto, la desaparición del ajedrez no es anecdótica: es un síntoma más del repliegue cultural y educativo que sufre el país.


Pensar, jugar, resistir

El ajedrez siempre ha sido más que una simple distracción. Es estímulo emocional, desafío intelectual y expresión de libertad individual.

Que haya sido prohibido en nombre de la religión nos obliga a preguntarnos no solo por el ajedrez, sino por las múltiples formas en que la fe, cuando se interpretan desde el miedo y el dogma, puede volverse enemiga del pensamiento.

El fanatismo —incluido el religioso— es una grave enfermedad humana, porque no solo margina la razón: también abre la puerta a la destrucción.

Porque en el fondo, lo que está en disputa no es el ajedrez, sino la posibilidad de pensar libremente. Y ese es un jaque que nunca deberíamos permitir.